No debemos olvidar que la vida debe ser un proyecto permanente de aprendizaje.

Envejecer no es otra cosa que cambiar, lo que requiere desplegar procesos de adaptación y desarrollo a nivel personal y social para mantener el equilibrio y asumir nuevos roles.
Una parte importante de la ciudadanía nos visualizan como personas marginadas, amarradas al pasado e impermeables a los cambios vertiginoso del siglo XXI, caracterizado por la aceleración de los avances tecnológicos.

Demostrémosles que no es así y pensemos durante estos días en que cursos o iniciativas, culturales o solidarias, presenciales u on-line, nos interesa apuntarnos a partir de septiembre.

¡Ánimo!