Sin, para, con.
El sector social de los mayores
ofrece una enorme oportunidad de conocimiento,
experiencia, capacidades y colaboración

 

Sin, para, con

El sector social de los mayores ofrece una enorme oportunidad de conocimiento, experiencia, capacidades y colaboración.

El 1 de octubre es el Día Internacional de las Personas Mayores, declarado por la ONU en 1990. Me acojo al título –Sin, para, con– para formular tres opciones posibles ante cualquier situación social, o incluso personal, desajustada: obviar la realidad, buscarle soluciones o transformarla. Sugieren igualmente un itinerario que haríamos bien en recorrer: un tránsito desde el desconocimiento, la apatía o el pasotismo (sin), a una cultura predominante de conciencia e implicación (con), mediando unas políticas y apoyos (para) que, además de resolver lo urgente e inmediato, se abran a posibilitar un modelo de sociedad participada, cohesionada.

‘Sin’ es la preposición que señala el punto de salida del viaje, más bien el punto de huida, porque significa la ignorancia interesada de una realidad que no interesa. Ese punto en el que algo interpela y molesta, y por eso se ignora o sutilmente se desenfoca o distorsiona, para poder seguir viviendo en un acomodado y falso buenismo. ‘Comfortably Numb’ (Pink Floyd): confortablemente entumecido.

El envejecimiento de la sociedad es un grave problema –con su gran cuota de logro– que debe ser abordado. Pero no es justo ni decente sugerir que la vejez –sin eufemismos y en genérico: los viejos– constituya/sean un problema social. A ello apunta referirse a los mayores como coste social, o en clave de población pasiva, o como consumidores de recursos sociales y sanitarios, o como sector improductivo. Porque no es la verdad. Y porque no es decente ni sensato obviar que, en donde estamos, estamos porque hubo quienes nos trajeron. El sector social de mayores constituye más bien una enorme oportunidad no suficientemente aprovechada, de experiencia, conocimiento, capacidades, disposición, colaboración y aporte voluntario. Siendo además para la sociedad una oportunidad para humanizarse y fortalecerse, en el hecho de ocuparse y cuidar de sus miembros más débiles y frágiles.

‘Para’ significa que, a partir de reconocer la realidad, se proponen respuestas, soluciones. El sector social referido como ‘las personas mayores’ es/somos sumamente heterogéneo. Más que el calendario, es la salud física o psíquica, el grado de autonomía o dependencia lo que determina el perfil de las personas. No se debería olvidar que más decisivas y profundas que la brecha de la edad hay otras brechas, económicas, culturales, sociales, que fracturan la sociedad, y ello debería propiciar un análisis más transversal de los problemas. Evitaríamos edadismos estúpidos y centraríamos mejor los problemas de fondo. Los mayores implicados en el asociacionismo, la reivindicación, las iniciativas y propuestas, no pensamos endogámicamente sólo en el propio colectivo, sino en la sociedad en su conjunto; y en ella, prioritariamente en los sectores más frágiles, tan determinados por la edad.
El ‘para’ sugiere políticas de ayudas y apoyos, debiendo evitar todo matiz de sutil dualidad: uno es el que da, otro el que recibe; uno es quien tiene y otro el que necesita; uno el que decide qué hacer y otro el que lo toma o lo deja. En ese escenario, en el lado débil de la ayuda, a la persona se la degrada a destinataria y beneficiaria. Todo sistema de ayuda debe propiciar que quien la recibe sea sujeto y actor principal de su vida, y debe apoyarle en ello. Nada ni nadie pretenderá que alguien renuncie a desarrollar su proyecto vital. Debe ser posible hasta lo posible, también en esa fase en que el deterioro personal invade y devasta. Con carácter general y absoluto: en la vida de las personas ni hay tiempo de descuento, ni hay vida residual; hay el derecho a una vida plena y a disponer de aquello que la hace posible. Felizmente, el plan foral de cuidados de larga duración marca y empuja en esa dirección.

Queda la preposición ‘con’. Esconde la convicción de que es la propia comunidad, estimulada, pero ella, la que puede crear una nueva cultura de convivencia. Y en ello, muchos mayores, mujeres y hombres, han asumido netamente ser factores de cambio y transformación social. No reclaman gerontocracia, ofrecen gerontoimplicación: que sea posible y se impulse y se dé cauce a su participación activa. Que las instituciones opten más por decidir con los mayores que para ellos. El proyecto ‘Bizkaia, territorio para todas las edades’ que impulsa el Consejo de Mayores de Bizkaia, en el que están representados el tejido asociativo de los mayores y la propia institución foral, es lo que en muchos municipios está pretendiendo y a veces consiguiendo: tomar parte y liderazgo, transformando sus comunidades, pueblos y ciudades en entornos amigables, lugares de convivencia y servicios, accesibles para todas las personas, principalmente para las mayores y más frágiles. Para y, por supuesto, con.
Todo sistema de ayuda debe propiciar que quien la recibe sea sujeto y actor principal de su vida.