José Ramón Landaluce |
Presidente de la Federación de jubilados de Bizkaia
Landaluce posa en el mirador de la sede de Nagusiak, en el edificio de La Bolsa del Casco Viejo.
Entrevista realizada por Eva Molano y
publicada el 19 de Abril en El Correo
Relevo en la junta directiva de Nagusiak, la federación de asociaciones de jubilados y pensionistas de Bizkaia. José Ramón Landaluce, ingeniero informático de 67 años residente en Leioa, es desde el 31 de marzo el nuevo presidente de la entidad que agrupa a 50.000 socios de 130 de las 250 agrupaciones vizcaínas. Recoge el testigo de Roberto Martínez, que se retira de sus funciones. Nagusiak quiere seguir siendo referencia en el abordaje de retos como el blindaje de las pensiones, un modelo de cuidados digno y la defensa de la atención presencial ante una masiva digitalización de los servicios que les deja de lado.
- ¿La Diputación ha rectificado en la Renta por la presión que ejercieron los mayores?
- Sí, tanto Nagusiak como el movimiento de pensionistas de Bizkaia mandamos cartas y tuvimos reuniones con el diputado de Hacienda, al igual que otras organizaciones. Hubo también una recogida de firmas. Se formó un caldo de cultivo que propició el cambio.
- ¿Los bancos toman nota?
- Pondría a las cajas en un lado y en el otro, a los grandes bancos, también a los de aquí, en otro. Hemos tenido una reunión con Eudel, se han comprometido a ampliar horarios, a tratar mejor a los mayores, a ayudarles en el cajero... Pero las sucursales que han cerrado así siguen. Y hay quienes tienen que ir a un cajero o a un banco que está a 8 kilómetros. Alguna caja ha propuesto acudir a los domicilios rurales que lo soliciten. O crear un autobús-oficina que recorra los pueblos. Pero el trato de los grandes bancos a los mayores está siendo penoso. Las pensiones se cobran a través de los bancos obligatoriamente. Todos los meses reciben 10.700 millones por este concepto y no lo tienen en cuenta. Es más, cobran comisiones de mantenimiento de libreta a personas con pensiones muy bajas que no tienen otra forma de recibir el dinero porque nos lo han impuesto así. Estamos analizándolo.
- Se quejaban también de la atención telefónica en Osakidetza.
- Por el miedo a contagios, todas las consultas eran por teléfono. Ya se va abriendo la mano, pero no sé si lo presencial se va a acabar recuperando al cien por cien.
Pérdida de poder adquisitivo
- ¿Se han sentido maltratados durante la pandemia?
- Especialmente en las residencias. Ha habido problemas de falta de material para los trabajadores y los mayores recibían lo que se traía de la calle. Vamos a vigilar que los ratios de personal y de sanitarios por número de residentes se cumplan. Por otro lado, hace falta dinero para que la gente esté contenta con su sueldo porque si a una persona no la tratas muy bien y la pagas mal... Para tener mejor pagada a la gente tendrían que cobrar más por plaza, y no son baratas. Si la Diputación no subvencionase solo podría ir gente con gran nivel económico. La solución tal vez pasaría por más subvenciones.
- ¿Se está retrasando demasiado la edad de la jubilación?
- La edad real está en los 63 años porque en la mayoría de los casos te obligan a jubilarte antes y eso supone una gran pérdida de poder adquisitivo. Además, la ley ha cambiado y ahora hay que trabajar hasta los 67 y por eso se agrandará la pérdida. Con las pensiones de las mujeres, hay una brecha histórica. Muchas nunca han cotizado porque trabajaban en casa y eso no se ha reconocido, y una viuda debería cobrar el 100% de la pensión que hubiese correspondido a su marido.
- ¿Qué es lo que más les inquieta?
- La incertidumbre económica, el blindaje de las pensiones... Creo que se pueden mantener haciendo las cosas de forma distinta a lo que se plantea. Por un lado está el tema de los sueldos: a más precarios, menos cotizaciones y habría que subirlos. Los gastos que no sean propios del sistema no deberían ser asumidos por la hucha de las pensiones como ocurre ahora, por ejemplo, con los sueldos de los empleados de la Seguridad Social. Y habría que pensar en ingresos extraordinarios, por ejemplo, un impuesto equivalente a la pérdida de cotización que grave las máquinas que sustituyen trabajadores, pero nadie se moja con los empresarios porque se ponen de uñas. Hay que hacerlo o se acabará pagando menos a los pensionistas para que llegue para todos.